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La Sierra, la época dorada de Corias

Fuente: La Nueva España

Corias (Pravia), Ignacio PULIDO
El silencio y la tranquilidad se apoderaron de la localidad praviana de Corias el día que fue inaugurada la carretera AS-16, que va hasta La Rodriga. Ya han pasado casi veinte años desde entonces. A lo largo de todo este tiempo, el pueblo se ha acostumbrado a convivir sin el constante ruido de las decenas de camiones que cada día recorrían la vieja carretera entre Pravia y Cornellana. Sin embargo, la supresión del grueso del tráfico en este vial precipitó la desaparición de varios bares tienda que salpicaban su trazado. El bar La Sierra es el único de estos chigres que aún permanece abierto.

Manolo Asunción, natural de Corias, fundó este comercio hace unos ochenta años. Los más viejos del pueblo aún lo recuerdan tras el mostrador. No en vano, el comerciante permaneció durante unas cuatro décadas al frente del establecimiento, compaginando su labor como chigrero con la trata de ganado porcino. Asimismo, se comenta que durante la posguerra Manolo se las ingenió lo mejor que pudo para sacar unos cuartos dedicándose al estraperlo.

Por aquel entonces el chigre de Manolo era mucho más que un bar tienda. En un anexo, que también hizo las veces de cochera, se instalaba con carácter periódico una barbería. «Los barberos se establecían allí durante dos o tres días a la semana», comenta un vecino. Angelín o Carlitos el de Casa Luisa se encargaban de que los lugareños lucieran sus mejores afeitados y peinados. Eran tiempos de bonanza para Corias. Una época de bailes amenizados por la orquesta «Bores Sidney» de Repolles y de trabajo para casi todos en la fábrica de sidra y de mantequilla Arias.

Después de Manolo llegó el matrimonio compuesto por Braulio Álvarez y Carmina Arango. Juntos regentaron el chigre durante nueve años hasta que pasó a manos de Marcelina Fernández Álvarez y de su esposo, Avelino Lorenzo, fallecido hace ya veintitrés años. «Mi marido tenía una sierra justo delante del bar tienda, de ahí el nombre de nuestro chigre», comenta su viuda. En su aserradero se preparaba la madera con la que se elaboraban los toneles de la fábrica de sidra Arias, hoy reconvertida en hotel. «Primero se dedicaban a hacer mantequilla y después comenzaron a producir también sidra. Había una treintena de trabajadores en la factoría y las casas de los obreros estaban situadas a pocos metros de nuestro chigre», comenta Marcelina, quien aún conserva un viejo cartel publicitario de cartón en el que se anuncia la sidra Arias Extra.

Se comenta que en el pueblo el que menos y el que más se regía por los horarios de la fábrica. «Cuando su sirena sonaba a las doce del mediodía todo el mundo iba a comer. A las dos volvía a sonar y se regresaba a trabajar en el campo», comenta un parroquiano de La Sierra que señala que incluso el Real Oviedo llegó a jugar en Corias invitado por la directiva de la factoría Arias.

Marcelina señala que la fábrica cerró hace una treintena de años. A pesar de todo su bar tienda mantuvo un gran flujo de clientes gracias al intenso tráfico rodado que cada día recorría la carretera entre Pravia y Cornellana. «Cada día pasaban centenares de camiones por aquí. Se tardaba un cuarto de hora en llegar a Pravia», enfatiza, y precisa que tan sólo entre Repolles y Corias había la friolera de ocho bares. Y añade: «Todo eso se acabó hace diecisiete años».

La calma impera en Corias. Sin embargo, Marcelina señala que la vida del chigrero es «agobiante». «Nunca está libre. Te pones a hacer la cama y tienes que parar a lo mejor tres veces para atender a clientes», enfatiza. No obstante, la cosas han cambiado. «Llegaron a llamarlo el bar del jubilado. Cada día se reunía aquí un grupo de mayores a charlar. En un año fallecieron doce», lamenta. Su ausencia ha dejado al chigre huérfano de cosas tan impepinables como las partidas de subastado. Marcelina resiste. «La gente no quiere que me jubile», concluye.